jueves, 5 de febrero de 2015

Tan lejos y tan cerca, así es como te sentí en ese instante en el que tú me mirabas desde la otra punta de la habitación, había demasiada gente entre nosotros, pero a pesar del muro que casi formaban, nuestros ojos se clavaban. Sabía claramente lo que me estabas diciendo y no hacía falta que tu boca emitiese ningún sonido a parte del aliento que suspirabas constantemente al respirar y que a mí tanto me gustaba escuchar cuando se aceleraba por mí.
De repente, solos tú y yo, nos quedamos en aquella habitación  que se me hacía grande, nos sobraba espacio. Te acercaste a mí y sin decir ningún tipo de palabra me besaste, llegó el momento que tanto esperabas, ambos callados y por fin juntos. Recuerdo cuando comenzaste a acariciarme la cara y  besarme tan suavemente el cuello, me encanta, poco a poco deslizabas la mano, bajando, despacio, pero deseoso de poder disfrutar aún más. Y con esas manos que casi rozan la perfección, lentamente, me levantabas la camiseta, hasta que llegaste a mis pechos, te paraste, me miraste, ambos sonreímos y continuaste hasta que aquella prenda que me tapaba desapareció de mí. Y otra vez repetiste el gesto de rozarme con tus dedos según bajabas la mano, con suavidad. Me abalancé sobre ti, excitada, necesitaba más de aquello tan bello que me estabas dando, nuestros labios se rozaron, baje hasta tu cuello, besarlo me resultaba apacible y tu respiración comenzó a alterarse como a mí tanto me gustaba. Una sonrisa floja que describía a la perfección lo que en ese momento sentíamos se deslizó en nuestros rostros. Íbamos a comerte el pecado más sucio y probablemente el más bonito.
Lujuriosos seguimos a lo nuestro, nada había alrededor, pero aquello parecía un mundo creado para nuestros deseos, que en ese momento era devorarnos entre nosotros.

--KatxoDeKostra--